Abrió
sus ojos y se encontró en una especie de parque que le causó una fuerte
sensación de dejá-vú. Creía haber estado allí antes, pero, ¿Cuándo? Se
sorprendió al notar que no podía recordarlo. Quiso huir de esta sensación, así
que comenzó a caminar lentamente por el parque, alejándose del sitio donde
había despertado.
¿Había
estado durmiendo en ese lugar? No podía asegurarlo. Una sensación extraña hizo
que su corazón comenzara a latir con más fuerza. ¿Por qué no recordaba? ¿Por
qué? ¿Por qué? Un niño que venía corriendo hacía ella la distrajo de este
pensamiento, obligándola a desviarse rápidamente del camino para esquivarlo. El
niño siguió corriendo sin dirigirle una mirada.
Notó
que había gran cantidad de personas caminando por ese parque. Era un día bonito.
El sol brillaba en el cielo y se divisaban pocas nubes. Un día perfecto para
que las familias salieran a jugar en un parque y las parejas se dieran unos
besos tratando de esconderse de la vista de los demás, ¿Era un día del fin de
semana? De nuevo la inquietud de no tener la certeza.
Había
notado que desde hacía un tiempo había cosas que olvidaba. Cosas pequeñas. Cómo
que día era, o que tenía que ir a trabajar, o cuál era el nombre de la ciudad
en la cual vivía. Pero era la primera vez que se sentía tan desorientada. Los
latidos de su corazón se hicieron cada vez más fuertes. Había comprado su
sistema de Realidad Virtual hacía dos años. Sólo dos años. Desde hacía
aproximadamente un año diversos científicos habían comenzado a advertir que
estar expuesto a la Realidad Virtual durante mucho tiempo podía causar efectos
secundarios pavorosos y se habían dado diversos casos extraños a lo largo del
país. Pero ella no podía renunciar a la realidad virtual sólo por eso. No
podía. Era alguien popular en su Comunidad Virtual. Y ya había visitado muchos
países y lugares interesantes gracias a ello. No iba a renunciar a las ventajas
que le ofrecía tener su lugar en el ciberespacio sólo porque algunos
científicos decían que podía afectar un poco su salud.
Desde
que se había perfeccionado la realidad virtual, los proveedores de internet se
habían visto obligados a mejorar cada vez más la velocidad del mismo y las
Redes Sociales habían pasado de ser páginas web a ser lugares en el
ciberespacio. Su red social favorita era una que consistía en un enorme hotel
de lujo, en el cual podía caminar, comer, ir a la piscina, jugar al golf, y
muchas cosas más mientras conocía nuevas personas. Todo esto le divertía
enormemente.
Pero
a su madre no le divertía. No. Cuando ella pasaba muchas horas con el casco de
realidad virtual puesto, su madre de vez en cuando venía y le retiraba
cuidadosamente las conexiones del casco que iban directamente a su cerebro y se
lo quitaba. Posteriormente de que ella despertara, discutían. Cada vez con más
frecuencia. La madre le repetía, una y otra vez, que la tecnología no lo era
todo, que sus avances servían para ayudar a la sociedad, pero ahora parecía que
estaban alejando a las familias. “Detente. Te estoy perdiendo”.
Su
madre era una experta en el diseño de material multimedia, de hipertexto e
hipermedia. Diseñaba páginas web, grababa videos y organizaba información en
internet. Incluso había ayudado con el diseño lógico de algunos de los lugares
que se encontraban en los juegos de Realidad Virtual. Pero desde que ella
empezara a pasar muchas horas con el casco puesto, ella había dejado de
trabajar en ello poco a poco.
Acordarse
de su madre disparó una alarma en su cabeza. ¿Tendría el casco puesto? ¿Estaba
dentro de la Realidad Virtual? No conseguía recordar cómo había llegado a aquel
parque. Miró a su alrededor, con su corazón palpitando con fuerza. ¿Era aquello
real? ‘O era sólo un producto de las millones de conexiones que se ramificaban
desde el casco hasta su cerebro?
Súbitamente,
se acercó hasta un banquito, donde había un chico pelirojo sentado mirando al
horizonte. Se sentó a su lado, hiperventilando.
-¿Esto es real?- le
preguntó, conteniendo el aliento.
El chico la miró con cuidado. Sus ojos inexpresivos.
Respondió con una voz calmada:
-Es la segunda vez que
me preguntan eso hoy.
-¿Y cuál es la
respuesta?- preguntó ella, mirándolo fijamente.
-¿Acaso importa?
Ella lo consideró por un segundo. ¿Importaba realmente?
Sentía que debía importarle, pero ¿Le importaba?
-Sí. Creo que importa-
lo pensó un poco mejor- debería importar.
-¿Por qué?- El tono de voz del hombre se
volvió incrédulo.
-Porque no se puede
vivir siempre en el ciberespacio, se necesita el contacto con personas reales,
con gente de verdad- No se dio cuenta que estas eran palabras que le había
dicho su madre hacía mucho tiempo.
-Pero en la comunidad
virtual puedes hacer lo que quieras e ir dónde quieras, sin restricciones.
Ella lo consideró. Tenía razón. La realidad virtual podía
ser mejor que el mundo real. Pero no estaba satisfecha. Allí no estaba su
madre, no estaba su trabajo. Quería saber. Necesitaba saber.
-No lo sé- le contestó-
necesito distinguir entre lo que es real y lo que no.
El hombre la miró nuevamente. Esta vez con más cuidado,
como si la estudiara. Casi como si pudiera leer sus pensamientos. Se sintió
inquieta otra vez.
-¿Sabes que les pasa a
las personas que mueren dentro de la Realidad Virtual?- le preguntó.
Lo sabía. Asintió.
El hombre metió la mano dentro de la chaqueta que llevaba
y extrajo un cuchillo de mediano tamaño, con la hoja plateada y el mango negro.
Se lo tendió.
-Si despiertas, sabrás que esta no era la realidad.
Ella tomó el cuchillo y asintió, agradecida. ¿Cómo no se
le había ocurrido aquello? Era tan sencillo, tan obvio.
El hombre se levantó del banquito y se alejó, dejándola
sola con el cuchillo en la mano.
Acarició la hoja con delicadeza y sonrió. Sólo había una
manera de saber si aquello era real o no. Sólo una manera. Y ella lo sabría
ahora. Tenía que saberlo, necesitaba saberlo.
Lo sabría.
Alejó el cuchillo de su cuerpo y lo clavó con fuerza en
su estómago, sin miedo ninguno.
Un
dolor desgarrador.
Sangre emanando de su cuerpo y rodando por sus manos.
Cayó al suelo feliz, disipada su duda.
En
la realidad Virtual las personas no sangran.
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