Era
apenas el inicio de la tarde y me estaba despertando de una pequeña
siesta. A pesar de ser ignorante del incidente que había sucedido
mientras dormía, noté varias cosas que me parecieron intrigantes:
primero al ver a mi izquierda noté que mi computadora estaba
apagada, la cual había dejado encendida para recordar (al
despertarme) lo que tenía que hacer, después desde mi cama oí que
mi hermano estaba en su cuarto, pero ví que tenía la luz apagada y
además no estaba usando la computadora, finalmente (cuando reuní
fuerzas para levantarme) caminé hasta la sala en la cual había un
silencio sepulcral, cuando llegué no podía creer lo que veía, mi
madre estaba durmiendo y no viendo televisión (a la hora de la
novela). Cualquier persona que conociera lo suficiente a los tres
personajes pensaría que estas son señales de la avenida del
apocalipsis, entonces para confirmarlo fui hasta mi cuarto (tan
rápido como me permitió el letargo de la siesta) e intenté
encender la luz, este experimento me mostró la verdadera cara de la
realidad, no se avecinaba ningún apocalipsis, era una catástrofe de
iguales magnitudes pero no tan trágica, se había ido la luz.
“¿Y
ahora qué haré?” Fue el pensamiento que estuvo en mi mente
durante algunos minutos. Necesitaba la computadora para leer un libro
que tenía digitalizado en ella. Decidí entonces confiar a que tal
vez podría regresar en los siguientes quince minutos y me acosté en
la cama, mientras esperaba a que pasara el tiempo empecé a darme
cuenta algo interesante: de como me he vuelto dependiente de la
computadora, ya no es solamente la herramienta que uso para la
búsqueda de información, para estudiar o para distraerme, su
frecuente uso, junto a su enorme facilidad y capacidad de
proporcionarme lo mencionado anteriormente, fue haciendo que esta
herramienta (sin que me diera cuenta y sin haberlo decidido) se
mezclara con mi rutina y ahora forma una parte importante de ella,
llegando a veces al ridículo caso de usarla sin ni siquiera
necesitarla.
Este
es uno de los riesgos al que nos exponemos por la tecnología, su
seductora capacidad de resolvernos la vida, de simplificarla hasta el
punto que podríamos olvidar como vivir sin ella o hacernos creer
que somos incapaces de poder hacerlo. Nosotros somos los que hemos
desarrollado estos avances, por lo tanto es lógico pensar que
nosotros debemos tener control total sobre la tecnología, pero es
impresionante como para muchos humanos (incluyéndome) es todo lo
contrario. Personas que por ejemplo: no son capaces de no estar
pendientes del teléfono, de no tener que twittear que han respirado
1563 veces en lo que llevan de día, de sobreponer jugar con la
consola de videojuegos a hacer los deberes diarios, de no poder
despegarse de la computadora, entre otras maneras diferentes de ser
“controlados” por la tecnología.
“¿Entonces
nos hemos convertido en esclavos de la tecnología?” Mantuve este
pensamiento un rato pero cuando ví la hora ya había pasado el
tiempo estipulado. Caí en la resignación de que la luz no
regresaría en al menos dos horas, empecé entonces a replantear mi
itinerario para lo que quedaba de tarde, busqué aquel cuarto con la
mejor iluminación y llevé una mesa junto a todos los utencilios que
necesitaba para trabajar. Pasado un rato empezó a disminuir la
claridad del cuarto, hasta llegar al punto que era incapaz de leer
algo por mi propia cuenta y tuve que recurrir a una vela, experiencia
que me resultó divertida durante la primera media hora, porque me
sentía como una especie de Galileo buscando pleitos con la iglesia,
sin embargo pasado un rato y oscureciéndose aún más el lugar
empecé a extrañar el bombillo de mi cuarto y sus ventajas con
respecto a la vela.
Pero
en ningún momento pensé que me había vuelto dependiente del
bombillo. ¿Hay entonces alguna diferencia con respecto a mi
dependecia de la computadora? Tuve la necesidad de buscar la
respuesta. Esencialmente todo es producto de una razón biológica,
los seres humanos hemos evolucionado sin desarrollar algo cercano a
la visión nocturna, entonces ¿por qué quiero seguir trabajando a
pesar de la oscuridad, si no estoy adaptado a la actividad nocturna y
estoy consciente de ello? La razón se encuentra en la dinámica de
nuestra sociedad, que nos ha obligado a estar activos hasta ciertas
horas de la noche y madrugada, para tener tiempo suficiente de hacer
todas y cada una de nuestras obligaciones, por esto es que yo
necesito usar el bombillo. Esta necesidad no es generada por la
tecnología, viene de cambios producidos por la modernización de
nuestra sociedad, que se ha adaptado a sus nuevas posibilidades
generadas por los desarrollos tecnológicos, aunque a diferencia de
la computadora yo soy el que decido y tengo el control de su uso.
Finalmente, después de muchos intentos, mi lucha contra la oscuridad
resultó en una vergonzosa derrota, por lo que decidí acostarme, implorando en el proceso a
alguna deidad que se dignara a escucharme a que me regalara algo de
iluminación durante la madrugada. Una vez en mi cama fui resumiendo
como durante la tarde ví dos caras del uso de la tecnología, la
primera era la que se reflejaba en el uso del bombillo, en el cual
nosotros tenemos el control y está ligado a la mentalidad de la
sociedad actual de no tener tiempo suficiente, y hay sacarlo de donde
sea necesario si hace falta. Para este caso la tecnología toma la forma de
una posible vía para ayudarnos a rendir con nuestras actividades diarias,
facilitando su culminación, pero su uso es desición nuestra. La
segunda cara es un uso descontrolado, que se reflejaba en mi afición
a la computadora, en este caso nos dejamos llevar por las puertas que
nos abre la tecnología, nuestra mente queda a merced de un poder
enfermizo que la somete y termina influyendo (e incluso me
arriesgaría a decir que controlando) nuestras decisiones, sin que
nosotros nos percatemos y estemos en una ilusión en la que creemos
que el control está en nuestras manos, cuando en realidad lo que
tenemos es un grillete.
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